Relatos y Reflexiones
Comienza otra épica noche de sábado que, como siempre, dejará muchos cadáveres y alguna que otra conquista.
Yo, funebrero nocturno, en cierta parte amigo de la luna, los movimientos y los sonidos que se agigantan en las horas sin sol espero sobrevivir para otra batalla.
La tarde del domingo se encarga de hacer sentir la culpa de la madrugada que pasó, y tiene la maldita sinceridad de recordarnos lo que dejamos escabullirse en nuestras manos a lo largo de la vida.
Pequeños logros…grandes culpas.
“Estación Olvido”
El invierno tiene un una caricia de viento que eriza, pero duele. No es dulce este tiempo para quienes pateamos las calles en las noches, viendo salir en cada exhalación el vapor de nuestros pulmones, lastimosos pedacitos de alma. Ella parece estar tibia, pero a unos pocos centímetros y, delante de nuestros ojos se disuelve y pasa a ser nada, como esos proyectos que se inician con fuerza, se elevan hacia un triunfo que nunca es, porque en realidad no existe.
En invierno el sábado y el domingo son aliados en un genocidio de sonrisas para los que nos quedamos con las manos en los bolsillos llenos de nada, y el puñal de la soledad clavado en el pecho como única compañía.
Desde las vidrieras de los bares, los maniquíes vivientes se muestran hablando y lo único que se escucha es la indiferencia de sentirte invisible bajo los picos de luz, testigos que te ven pasar con la cabeza gacha, como buscando algo, una mínima esperanza en algo que al parecer, esta noche no vas a encontrar. Es que pesa el pasado, y más pesa poder avanzar.
El único que te habla al oído en silbidos es el viento, y sólo te besa esa lloviznita. Besos aguja que humedecen la ropa, la piel y los ojos.
Ventana del alma que puso una cortina roja de tanto contener un sentimiento que pudo más y se dejó escapar en la soledad compañera de un dormitorio y una almohada que guarda el secreto por no poder hablar.
De repente, en el escenario oscuro de la noche levantas un poco la mirada y ves a varios como vos. Caminando. Cabeza gacha, ojos rojos y testimonios vaporosos de almas que parecen no querer más. En una falsa libertad de pasos sin rumbo, besos ansiados y sueños cansados por no dormir. Querés correr pero te hundís en las arenas movedizas de los pensamientos.
En la hora en que las caras tras los vidrios ya no se ven por la escarcha prendida por las diálogos que ya fueron, de compartir en palabras vivencias de gentes que se exhiben ante un reducido auditorio.
Mientras tanto vos -si no es que mientras escribo esto me miro en un espejo- seguís sin saber a dónde ni a quién. Tu aliento entrecortado sigue elevándose como el humo de una locomotora que marcha por inercia, con destino a una estación lejana, muy lejana llamada “Olvido”.
“Estado de Ánimo”
Parece que hoy las suelas de mis zapatos se pegan al piso y dar cada paso se convierte en toda una peripecia. Mi mirada no se proyecta a más de un metro y medio de distancia hacia adelante, para sólo toparse con el duro cemento de la calle. Mis brazos parecen de plomo cayendo con su peso muerto y la libreta de mis proyectos y sueños está en blanco.
Cambié las cálidas arenas de mis playas de palmeras bailarinas por la sombra tétrica de un espinillo añejo, al que el tiempo y las inclemencias le son indiferentes. Solo está. Desapercibido. Indiferente y sabiendo que algún día sólo será buena leña. La cama me llama y parece convertirse en mi mejor amiga de tentáculos invisibles que apresan volviéndote su rehén, cautivo de sonrisas, las que fueron relegadas al recuerdo de un sonido que rebota en las paredes del ayer.
Cuando tu pieza no calza en el puzzle no hay mucho más por hacer.
Cuando el sol se ausenta y el frío domina la noche tapándola de negro sintiendo que el fuego de tu fósforo se debilita para bailar en hilos de humo tal cual alma desprendiéndose del cuerpo, te das cuenta que después sólo seguirá el recuerdo de lo que fue.
La respiración se vuelve corta y el aire que aspiro parece entrar en módicas cuotas, sino ínfimas, para apenas mantenerme en pie, funcionando, llenando el espacio para el que fue conferida mi carcasa humana, hoy arropada de telas pero desnuda de ilusiones y mañanas.
Ruta 3
Salí caminando por la serpiente negra de asfalto que atraviesa Uruguay. Que nace en el sur del sur y se extiende hasta el norte de ese sur que muere en más sur.
Caminando solo. Con un carnaval de pensamientos que se cruzan y pelean en las esquinas de mis pliegues cerebrales. Es en esos valles donde mueren algunas de mis ideas y las más fuertes o corajudas siguen de largo, listas para las batallas de los juzgamientos.
Un gigante campo vestido con un sobretodo de tonos verdes y remiendos amarrillos y amarronados me contiende mire a donde mire, y con sus aromas naturales me invita a quedarme mirando el cielo, ese de finales de noviembre, al que el príncipe azul de los cuentos le prestó un poco de su color para que se vista de gala, y que prendió una luna redonda con más watts de potencia que los de costumbre para apenas iluminarme la cara.
A “El Tuerto” Virola
En las noches, cuando todo parece dormido y el misterio de la oscuridad alimenta la fantasía y el miedo, cuando siento que mis pisadas solo raspan el asfalto y no avanzo, cuando no me atrevo a mirar para atrás y el adelante es un misterio, te busco debajo de los árboles de la plaza.
No te veo pero sé que estás, como están los otros, pandillas de incrédulos vagabundos de la madrugada que se esconden del sol, de los humanamente disfrazados y del tiempo que envejece, porque ellos ya no lo harán.
En tu banco, con las manos en los bolsillos y la paz de malevo amansado por la eternidad que da la muerte te apareces vos, mezcla de energía fantástica, como cuando estabas de este lado, padeciendo los dolores que nos pasan la factura de estar vivos.
Cuando en las madrugadas los perros ladran más de la cuenta y los gatos corren despavoridos con los ojos encendidos tratando de alumbrar sus misterios de penumbras, cuando mis pasos son descuentos de vida avanzando hacia la muerte, con la ansiedad de querer seguir y el temor de acercarme a ella; “la Parca” que elegante se desliza rozando el piso helado que me lleva a su encuentro.
Cuando tengo miedo te busco a vos, debajo de tu árbol de la plazoleta del barrio Colón. Si serás guapo que cuando aún joven, ella te vino a seducir no te amedrentaste, y la besaste con la pasión de esos adolescentes que recién se despiertan al empuje de los brazos de la Diosa Afrodita.
Está bueno saber que no te mueve el tiempo, ni los malones ni el frío, está bueno saber que pese a irte de trampa con esa pálida de vestido negro, no te olvidaste de los pibes del barrio, espacio del mundo que tanta alegría y como lo reconociste te dio.
Considero que en Facebook se devalúa notoriamente la palabra AMIGO
Para que yo te agrade tienen que pasar dos cosas: o me conoces de niño y creciste más o menos en mi entorno, o comenzás tildándome de “gil” o “hijo de puta” y, como polos opuestos de dos imanes, todo conspirará para que no se dé un encuentro entre nosotros, por más que lo busquemos, dado que siempre llega un momento en el que uno de los dos da un paso al costado o directamente retrocede. No le busques la quinta pata al gato porque no la tiene. Es más probable que le falte alguna, en vez de tener una “auxiliar”. Desde que tengo cinco años he logrado cosechar tres amigos que han resistido más de dos décadas en esa categoría del sentimiento. Otros posiblemente lleguen a ascender en esa tabla de posiciones pero, de seguro, serán menos que tres, a lo sumo dos y esto siendo optimista.
Tengo 28 años de edad y la cuenta es obvia, sumemos 30 años y ya, con casi 60 años -si es que llego- lo que se compartirá no serán tantas vivencias en tiempo real, sino que cada vez se nos hará más recurrente revolver en el baúl de los recuerdos para, de esa forma sí, compartir, deformado por el paso del tiempo, un combo de vivencias que sufrirán leves modificaciones con cada reiteración, que con los años serán cambios abismales, por no decir que lo que vivimos será sometido a un tunning de detalles que nunca fueron, pero nos hubiera gustado, para ver que los años no fueron tan “light” y poder decir “viví a full”.
Por ende, lo que comenzará siendo el cuento de una caída en bicicleta por agarrar mal un bache de alguna calle en barrio cuando éramos pibes, terminará convirtiéndose en la anécdota del día aquel en el que viajando a más de 120 en una Harley Davidson se nos terminó el camino para caer desde la altura abismal de una barranca del balneario Kiyú.
La mina fea se transformará en doncella y en el peor de los casos en nuestra esposa. Habremos ganado muchísimo dinero haciendo cosas que en su tiempo nos arrancaron cientos de puteadas porque en sintonía con nuestra mentalidad de otrora, apenas nos alcanzaba para comer. Contaremos anécdotas de aquel jugador que ya no van a igualar, pero al que al verlos con ojos jóvenes y sin cataratas, nos motivaba más el evocar a su madre que a alagar sus acciones en la cancha, esa que se convirtió en estadio renovado, complejo habitacional o hiper mercado.
Pero una cosa es segura, mientras el tiempo suma tic tac en el reloj haciendo de nuestras figuras humanas una especie de lata pisoteada de refresco y de nuestra mente un pen drive contaminado de virus por tanto uso en computadoras que ya no son, porque las de este tiempo directamente no me aceptan. No calzo. Ya quedé obsoleto en el sistema.
Ahora, con mi vejez acechando y la muerte mirando su reloj como diciendo: “Dale papá, que te creés, que merecés la eternidad para seguir en este baile de la vida?”
Cuando facebook sea sólo un recuerdo, como esas cosas en las que nosotros fundamentamos nuestra existencia sin que a nadie le importe, cambiando las historias, adaptándolas a nuestra conveniencia para generar impacto y procurar, sin sentido, seguir vigentes. Pero, si tenemos suerte y no nos ganó el alzheimer y la muerte fue tan paciente como con nosotros, siempre, siempre estará el AMIGO de HOY, para decirte: “Callate la boca que eso fue así, así y así...”
Porque un AMIGO nunca te falla, o ahora te olvidás que era a él al que por tener buena memoria le pedías que se acordara que cuando te llamara TU novia o esposa inventara alguna historia que sostener porque vos estabas de trampa, eh?
REFLEXIONES
Te das cuenta que comenzaste a olvidar a una persona cuando por las noches al rezar ya no pedís por ella.
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Llega un momento en la vida en el que te das cuenta que, lo que creías te protegía, no hace más que encerrarte. Es en ese momento en que comienzas con empeño a buscar la salida, esa que se abre con la llave de vencer el miedo a dejar los barrotes.
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Tengo mil proyectos en mi cabeza y quizá fracase en 999. Eso sí, si el número 1000 de esa lista funciona, entonces valió la pena.
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Tuve un montón de ideas que nunca se concretaron. Tuve miedo. Me metieron miedo y me lo creí. Perdí como el mejor ayer sin siquiera haber tirado mis dados. Hoy juego, y salga lo que salga, caiga en el casillero que caiga me viene bien. Es que ahora pasa eso, ahora juego, sólo eso, ya no me la creo, así que no pierdas tu tiempo empujando mi carro para atrás.
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Sabiéndonos en primavera el frío de invierno en octubre deprime un poco. Guía al alma a ser un poco baldía como el más árido de los desiertos, esos golpeados permanentemente por un abrazador e interminable verano y, poco a poco, los proyectos se van cayendo como las hojas en otoño. Hasta que un día el sol vence a las nubes y brilla, calienta, quema, para una vez más, desear a las nubes y con ellas a la lluvia.
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En el frente de batalla se puede encontrar a dos tipos de personas: los líderes natos o los verdaderamente idiotas.
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Quisiera sembrar las hojas en blanco con los mejores pensamientos, para algún día, recoger la cosecha de las más grandes acciones.
Quisiera volcar mi alma en letras para que de una u otra forma quede plasmada en algo tangible, y no se esfume en la nada del tiempo.
Quisiera dirigirme al horizonte donde el mar se pega con el cielo, como ignorando la existencia de tierra. Agua vital y cielo espiritual.
Quisiera correr por los campos verdes escondidos en las mentes de los que se han dejado tragar por la urbe. Y ser solo eso: un loco corriendo libre.
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Que impactante es mirar como las agujas del reloj bajan clavándote el tiempo en el pecho para después subir y terminar de rematarte.
Todo eso en exactamente un minuto.
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Hoy me paré un segundo y no me pregunté: ¿Qué hubiera sido de haber seguido en ese barco?
Esta vez cambié la pregunta por una auto-sentencia: ¡Boludo, todo lo que no hubiera sido si seguías en aquel barco!
Es verdad, en ocasiones me ahogo un poco y doy brazadas desesperadas, trago un poco de agua y procuro alguna madera que me salve.
Otras veces la corriente me favorece y voy rápido a algún lugar, encallo, me golpeo en las rocas y derivo en una laguna rodeada de praderas verdes, florcitas y mariposas.
Después vendrán más saltos y rápidos y quizá, un poco más adelante alguna que otra laguna más. Mientras tanto sigo, y cuando me dan la chance, hago la plancha.